“Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan
sublime poder viene de Dios y no de nosotros.”
2 Corintios 4:7
La destrucción del viento y las olas se hizo verdaderamente evidente en 2004 cuando cuatro huracanes golpearon la costa de la Florida y dejaron ruinas en todo el estado. Al año siguiente, el huracán Katrina devastó Nuevo Orleans y sus alrededores. Viendo árboles retorcidos y caídos y hogares que fueron derrumbados por la tormenta, nos preguntamos cómo los mares tranquilos y suaves pueden crear tal estrago en el paisaje y en los corazones y vidas de tantos. Sin embargo, en medio de todo esto, muchos de los que lo experimentaron estaban asombrados de los tesoros físicos descubiertos en medio de esa destrucción.
En lo profundo de cada creyente hay un tesoro que nos sostiene en nuestras tormentas de la vida y del dolor o pena. Aunque el estrago esté sobre nosotros, nuestros corazones permanecen fieles y verdaderos y, en el tiempo de Dios, entendemos que el verdadero tesoro en nuestras vidas es Cristo mismo. Jesús es el Consolador constante y gentil que nos abraza a través de Su Palabra y nos asegura que a través de Su Espíritu Él nos concederá una fuerza que es de Él y no de nosotros. En Su tiempo, crecemos para entender el significado de Su amor y el precio que Él pagó por nuestra redención, incluso en y a través de la devastación que sucede en nuestras vidas.
Querido Jesús, aun cuando mi vida es golpeada y tragada por el dolor y la tristeza, Tú permaneces como mi mayor tesoro, y nadie puede quitarlo. Amén
Jan Brunette
2017
Traducido por Diaconisa Perla Gil de Rodríguez
sublime poder viene de Dios y no de nosotros.”
2 Corintios 4:7
La destrucción del viento y las olas se hizo verdaderamente evidente en 2004 cuando cuatro huracanes golpearon la costa de la Florida y dejaron ruinas en todo el estado. Al año siguiente, el huracán Katrina devastó Nuevo Orleans y sus alrededores. Viendo árboles retorcidos y caídos y hogares que fueron derrumbados por la tormenta, nos preguntamos cómo los mares tranquilos y suaves pueden crear tal estrago en el paisaje y en los corazones y vidas de tantos. Sin embargo, en medio de todo esto, muchos de los que lo experimentaron estaban asombrados de los tesoros físicos descubiertos en medio de esa destrucción.
En lo profundo de cada creyente hay un tesoro que nos sostiene en nuestras tormentas de la vida y del dolor o pena. Aunque el estrago esté sobre nosotros, nuestros corazones permanecen fieles y verdaderos y, en el tiempo de Dios, entendemos que el verdadero tesoro en nuestras vidas es Cristo mismo. Jesús es el Consolador constante y gentil que nos abraza a través de Su Palabra y nos asegura que a través de Su Espíritu Él nos concederá una fuerza que es de Él y no de nosotros. En Su tiempo, crecemos para entender el significado de Su amor y el precio que Él pagó por nuestra redención, incluso en y a través de la devastación que sucede en nuestras vidas.
Querido Jesús, aun cuando mi vida es golpeada y tragada por el dolor y la tristeza, Tú permaneces como mi mayor tesoro, y nadie puede quitarlo. Amén
Jan Brunette
2017
Traducido por Diaconisa Perla Gil de Rodríguez